lunes, 7 de febrero de 2011

¿Todavía pagas a la SGAE?

Voy a narraros a continuación unos hechos verídicos que viví el otro día en un local al que no mencionaré para no causarle problemas, ya que lamentablemente, ya sabemos como se las gastan los amigos de la Sociedad General de Autores y Editores.
Estaba preparando un evento, probando algo de música, cuando un tipo bajito, musculado, con gabardina de moda estilo soviet mal llevado, entró y se dirigió al encargado, amigo mío. En un principio no presté atención a lo que decía, pero cuando me giré y divisé el logo de la SGAE en su carpeta, acudí a la llamada de la selva. 
Lo primero que oí de los balbuceos del cobrador a sueldo fue:
-Te-te-tengo que inspeccionar un poco el local, ¿vale?
Inspeccionar, casi vomito ante esto. ¿Con qué autoridad este tipo inspecciona nada? Para mayor pasmo, veo como comienza a contar los altavoces, como si esto le diese una idea del índice de piratería del bar. Enserio, quiero enfatizar en su actitud. El tipo apareció y nos hablaba como un extorsionador.
-He-he visto que hacéis conciertos aquí, yo es-es-es que vivo cerca y paso bastante por esta calle para aparcar.
-Sí, hacemos conciertos -contestó mi amigo.
-Pu-pu-pues eso habrá que pagarlo. Casi la to-to-totalidad de los artistas españoles pe-pe-pertenece a la SGAE. ¿Eso de ahí es una tele? Bueno, te voy a sacar un presupuesto de lo que cuesta todo. He visto que proyectáis películas también.
El hombre no creía nada de lo que decía, no sabía siquiera en qué se basaba lo que estaba haciendo, me aventuro a decir que no sería precisamente un amante de la cultura. Repetía un discurso aprendido que probablemente no entendía. Esperé a ver la cifra, unos cien euros al mes, y no pude aguantar más.
-Perdona, todos los conciertos que aquí se hacen son de gente que no pertenece a la SGAE, en ese caso, no tienen que pagaros nada ¿no?
-No-no-no, bueno, en ese caso, no. Pero eso no lo puedes sa-sa-saber, casi la totalidad…
-Sí, lo sé porque he venido a todos. Aquí no compartimos vuestras políticas en lo que respecta a la propiedad intelectual ¿sabes? -Todo esto con una sonrisa de oreja a oreja por supuesto.
-Bu-bueno, pues entonces no.
-Por cierto, eso no es una tele, es un monitor, así que bórralo, no hay tele (tener una tele sube el impuesto revolucionario). Respecto a lo de las películas, no se proyectan películas, se pasó (no pondré el nombre para no dar datos), film planteado para su difusión gratuita expresamente por sus creadores. Todas las películas que se proyecten aquí serán copyleft y no se cobrará por verlas.
-Ya… pero eso, no sé, si me paso por aquí y veo…
-Pásate si quieres y comprobarás que todo lo que te digo es cierto. Soy editor, y estoy bastante al tanto de vuestra forma de actuar. Yo tampoco comparto lo que hacéis, en la página de créditos de nuestros últimos libros verás que pone Creative Commons. Ni los autores ni la editorial pertenecemos a la SGAE.
-Yo-yo ya sé que esto es com-complicado, trabajo también vendiendo pólizas, esto es otro trabajo…
El tembloroso vigoréxico dejó de darme rabia, para darme lástima. No porque vendiese pólizas, evidentemente, sino porque no sabía ni lo que estaba haciendo.
-Mi-mi-mira, si firmáis el contrato en una semana, hago la vista gorda con los vídeos, y os cobro solo por los conciertos y la música. Ahora, si no lo hacéis, entonces podemos tener problemas.
Mis ojos se abrieron de par en par. Comprendí enseguida que no era una iniciativa de este mafioso del tres al cuarto, tal vez me equivoque, ojalá, pero por lo poco creíble que resultaba su intento de hacerles firmar bajo presión, me pareció que se trataba de una directriz.
-Vamos a ver, te repito que no les puedes cobrar por los conciertos, porque si los autores que tocan no pertenecen a la SGAE, ¿quién se queda el dinero que recaudáis en su nombre? Lo único de lo que podéis rascar algo es del hilo musical. Porque además, la lista de vuestros socios no nos la podrás facilitar ¿no? Para que sepamos quién puede sonar y quién no.
-No-no-no, lo siento.
-¿Por qué no?
-Porque no.
-Ya.
Finalmente, el tipo nos repitió su propuesta indecente y se marchó. Me quedé pensando. Entonces, la cosa va así, una sociedad privada recauda dinero en nombre de los artistas de este país, incluso sin la autorización de los mismos, y obtienen beneficio de ello. Para ello hacen uso de todo tipo de artimañas y engaños, se atreven a cobrar en nombre de gente que les detesta y luego se quedan el dinero. Además, la ley les ampara. Luego, si yo que como autor y editor participo de la industria editorial, me bajo un libro ¿soy un pirata? ¿Hay alguien que de verdad crea que es lícito lo que hace esta gente? ¿Qué nos pasa? ¿Hasta cuándo van a seguir apropiándose de dinero por derechos que no les pertenecen? El tipo se iba a ir de ahí cobrando por una tele que no era tal, por conciertos de gente que no sabía nada, y por películas que son por definición contrarias a ellos. En definitiva, cuando la SGAE llame a tu puerta, plántales cara, defiende tus derechos. La gente se desloma intentando hacer que un bar funcione en una ciudad repleta de restricciones, para que estos corsarios traten de desplumarte por nada y con amenazas. Incluso para el hilo musical hay alternativas, hay decenas de lugares en la web con contenidos copyleft. En el enlace que adjunto al final tienes varias iniciativas. Hablamos además de que el local en el que me encontraba promociona a artistas que no tienen otros apoyos, a los que se les cede el local sin tener que pagar nada y se les da toda la difusión posible. Ánimo y a por ellos que son pocos y cobardes.
Enlaces de interés:
EL ENLACE. Todo lo que tienes que saber si quieres reproducir música libre en tu local, sentencias a favor del copyleft en locales, formas de defenderte de los abusos de la SGAE. Todo en lo que antes era EXGAE.


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