jueves, 27 de enero de 2011

Sinde NO, Álex SI

Hace poco nuestra "querida" ministra de Cultura escribía un post diciendo que el adversario era otro. Pues bien, hoy parece ser que ya da nombres. El enemigo según Angeles González-Sinde es el señor Alex de la Iglesia. Por decir lo que piensa. Por principios. Por libertad de expresion. Por dejarla con las bragas al aire. ¿Hasta donde vamos a llegar?


martes, 25 de enero de 2011

Putos Políticos

Esto es un sinsentido. El rechazo es generalizado, pero ellos se obsesionan en hacer salir adelante una ley tan impopular como injusta. A mi ya me habían decepcionado muchas veces, pero es que ahora además no los entiendo.
¿Para quién luchan? ¿Para quién dirigen? ¿Para quién legislan?
Para nosotros está claro que no.


     Dais ASCO

    jueves, 20 de enero de 2011

    Mis novelas gratis

    Alberto Vázquez-Figueroa 
    A partir de ahora mis novelas se editarán simultáneamente en edición "cara", de las llamadas "de tapa dura", en edición de bolsillo a mitad de precio, podrán descargarse gratuitamente en "Internet" y todos los periódicos o revistas que lo deseen están autorizados a publicarlas al estilo de las antiguas novelas por entregas con la diferencia que en este caso no tendrán obligación de pagarme nada en concepto de derechos de autor.
    Me han preguntado si es que me he vuelto loco, me sobra el dinero o pretendo arruinarme y arruinar de paso a mi editor. No es el caso.
    He meditado largamente sobre el tema y he llegado a la conclusión de que hoy en día hay público para todos los niveles adquisitivos del mismo modo que quien lo desea puede almorzar en un restaurante de lujo, en una simple hamburguesería e incluso acudir a un comedor social.
    También puede hacerse un traje a medida, comprárselo en unos grandes almacenes o en un rastrillo dominguero.
    Igual ocurre en la mayor parte de las facetas del consumo, excepto en lo que se refiere a los lectores que tienen que resignarse a pagar el precio que marca el editor que ha adquirido los derechos en exclusiva de un determinado libro o aguardar años hasta que se edite en bolsillo.
    Y desde luego nunca lo obtendrá gratis.
    Y se me antoja injusto porque la cultura es tan importante como comer o vestirse, y desde luego mucho más importante que adquirir un coche donde se ofrecen cien gamas de precios donde elegir.
      Mi próxima novela trata sobre Irak y las oscuras maquinaciones de las grandes compañías americanas que inventaron la existencia de armas de destrucción masiva con el fin de iniciar una guerra que ha costado casi medio millón de muertos y nunca  podrá ganarse, pero que produce miles de millones de beneficios a empresas directamente ligadas a lo mas altos cargos de la administración republicana.
    Y a mis lectores, cualquiera que sea su condición social o capacidad adquisitiva, ese tema  les interesa conocerlo a fondo en estos momentos, no dentro de dos años, que sería cuando cualquier otra editorial considerase que ya había exprimido al máximo el limón de la "tapa dura" y tuviera a bien editarla en bolsillo para unos lectores "De Segunda Categoría".
    No deben existir lectores de segunda ni de tercera categoría, porque lo que importa es su relación directa con el autor independientemente de lo lujoso que sea el vehículo que proporcione dicha relación.
    Al cumplir cincuenta años como escritor muchas personas me han asegurado que se acostumbraron a leer con mis novelas de aventuras, y aunque algunas me han sido infieles con el paso del tiempo, lo que importa es el hecho de que empezaron a leer y aficionaron de igual modos a quienes les rodeaban.
    Folletines del estilo de "Los tres mosqueteros", "Los Miserables" o "El Conde de Montecristo"  consiguieron que, al poder acceder gratuitamente a tan magníficos textos, en el transcurso de una sola generación el número de lectores franceses se multiplicara por tres.
    Los editores no tienen derecho a quejarse de que "se lee poco" mientras mantienen el control sobre el precio de lo que en ese momento interesa, ni las autoridades deberían promover absurdas campañas publicitarias que no conducen mas que a gastar dinero; lo que deben hacer es presionar a los editores a la hora de poner los libros al alcance de todos los bolsillos.
     Personalmente prefiero que me lean dos estudiantes, obreros o secretarias en el autobús por siete euros, que un alto ejecutivo en su cómodo despacho por veinte, porque aunque gane menos si el libro es bueno esos dos lectores se convertían en cuatro y luego en ocho, y resulta evidente que existen muchos mas obreros, estudiantes y secretarias que altos ejecutivos.
    Y si el libro es malo ni unos ni otros lo compraran.

    En cuanto al hecho de ofrecerlo gratuitamente en "Internet" tengo claro que quien lo descargue de la red nunca hubiera comprado mi novela, o sea que prefiero que me lea gratis a que no me lea.
    Tal vez la próxima vez se decida a comprar un libro aunque no sea mío.
    Algo es cierto: he vendido casi veinticinco millones de libros y todo el dinero que me han pagado me lo he gastado, pero una gran parte de los lectores que he conseguido, aun los conservo.
    Y de todo el dinero que gané la mitad se lo llevo Hacienda.
    Sin embargo Hacienda aun no ha logrado arrebatarme un solo lector.
    En Inglaterra, país culto donde los haya, los escritores no pagan impuestos por el fruto de su trabajo, pero en España, pese a pertenecer también a la Unión Europea, cada año debo entregar la mitad de mis ingresos a Hacienda o me embargan.
    Eso significa que un escritor ingles cuenta con el doble de medios económicos que yo para viajar o investigar a la hora de encarar un nuevo trabajo.
    Eso no evita que las autoridades españolas se lamenten de que nos esté invadiendo la cultura anglosajona, y lo único que se les ocurre para remediarlo es adquirir los más emblemáticos y costosos edificios de cada capital con el fin de instalar un nuevo Instituto Cervantes en el que dar cobijo a "intelectuales" afines al partido que se encuentre en esos momentos en el poder.  
     Para nuestra voraz, inculta y derrochadora administración tan solo somos europeos cuando conviene, y esa es una de las razones por la que  prefiero regalarle la mitad de mis ganancias a unos lectores anónimos que tal vez me lo agradezcan, que a un gobierno que no solo no lo agradece, sino que no acepta que para escribir un una novela interesante sea necesario viajar e investigar.
    Siento curiosidad por saber si las editoriales continuaran con su absurda política inmovilista o comprenderán que es hora de renovar unos hábitos que no han evolucionado un ápice en trescientos años mientras que a su alrededor el mundo se transforma a marchas forzadas.
    En mi juventud una película se estrenaba en una única y enorme sala, estaba casi un año en cartel y tan solo entonces pasaba a los cines de barrio. Hoy se estrena en cuarenta multisalas, a los quince días se edita en "DVD", al mes se compra en televisión, y se puede ver en las cadenas abiertas a los tres meses.
    Si las grandes productoras cinematográficas, con sus complejos estudios de "marketing" han llegado al convencimiento de que esa es la formula que conviene en los tiempos que corren, las editoriales deberían tomar buena nota al respecto.   
    El mundo del libro tiene la enorme suerte de que no resulta rentable a los "piratas" del "Top-Manta"  que tanto daño hace a las industrias del cine y la música, pero por eso mismo, y por la gran competencia de la televisión y todo tipo de deportes de masas, los que lo gestionan deberían plantearse un cambio radical e intentar conseguir lectores antes que beneficios.

    Sin lectores no hay beneficios, y cuando haya muchos lectores ya llegaran los beneficios.

    Resultará muy interesante comprobar si los Ministerio de Cultura y Hacienda seguirán opinando que es preferible que los empresarios- en este caso los editores- continúen manteniendo el privilegio de abaratar los precios únicamente cuando les convenga sin tener en cuenta los intereses de los lectores, al tiempo que no cesan de apretarle las clavijas al pobre trabajador- en este caso el autor.
    Por lo visto un gobierno que se autodenomina socialista considera que es preferible proteger al que se beneficia económicamente de la cultura que al que la crea.
    Existen varias editoriales multimillonarias, pero ni un solo autor español mínimamente "acomodado"
    El viejo dicho, "En España escribir es llorar" ya no tiene sentido: debería decirse "En España escribir- y leer- es pagar".
                                                                     A.V-F (Julio 2007)
    http://vazquezfigueroa.blog.com/

    martes, 18 de enero de 2011

    Yo no, otro!

    Tras "Mentiras y Gordas", llega "El adversario es otro". ¿Quién? Pués eso, otro. ¿O no?


    El adversario es otro

    "Por parte de vos, Miguel de Cervantes, nos fue hecha relación que habíades compuesto un libro intitulado El ingenioso hidalgo de la Mancha, el cual os había costado mucho trabajo y era muy útil y provechoso (...) Os damos licencia y facultad para que vos, o la persona que vuestro poder hubiere y no otra alguna, podais imprimir el dicho libro (...) So pena que la persona o personas que sin tener vuestro poder lo imprimiere o vendiere: o hiciere imprimir o vender, por el mesmo caso pierda la impresión que hiciere, con los moldes y aparejos de ella: y más incurra en pena de cincuenta mil maravedís cada vez que lo contrario hiciere... Fecha en Valladolid a veinte y seis días del mes de Septiembre de mil seiscientos y cuatro años. Yo el Rey."

    El fragmento anterior, que se puede encontrar en El Quijote interactivo (www.bne.es), es parte del trámite legal de toda publicación en 1604. En esa licencia ya se establecen muy claramente puntos que hoy nos resultan familiares: no solo que el único propietario de los derechos sobre El Quijote es Miguel de Cervantes, sino que la obra es fruto de su trabajo. También indica que solo el autor tiene capacidad para ceder esos derechos exclusivos de reproducción y comercialización de su obra a terceros y, lo que es más importante, expresamente advierte sobre una multa cuantiosa para quien imprima o copie la obra sin permiso. Y es que la cuestión de los derechos de los autores no es ni mucho menos nueva. Con cada cambio tecnológico (en 1604 se trataba de la aparición del maravilloso invento de Gutenberg), los derechos de los hombres y mujeres sobre sus creaciones han atravesado una enorme sacudida.
    Sin embargo, cada generación considera que el suyo es un tiempo nuevo y no tiene obligación de recordar que fue la piratería la que empujó a Cervantes a escribir la segunda parte de su novela, o que fue la piratería, tan frecuente en el cine mudo (otro salto tecnológico), la que acabó con cineastas innovadores como Méliès. También contra la piratería y a favor del respeto a los derechos de autor lucharon desde Beaumarchais a Immanuel Kant o, ya en el siglo XX, Mark Twain, hasta el punto de que el término "pirata" en esta acepción fue popularizado por el autor estadounidense.

    Lo que diferencia el debate de los tiempos de Cervantes, Beaumarchais o Mèliés del de hoy es que Internet y la digitalización no son un simple salto tecnológico más, sino una descomunal mutación cultural, económica y política sin precedentes.

    La pérdida de lo público, la crisis de las instituciones, la indiferencia hacia la política, la precariedad de nuestros vínculos laborales o personales, la incertidumbre y la desconfianza, sumadas a una economía de mercado que huye de las reglas, hacen de Internet en nuestro imaginario una importante alternativa al orden de cosas que conocemos. Una alternativa atractiva y aparentemente viable que creemos que nos pertenece y que se ha convertido en una extensión de nuestros cerebros y de nuestras casas. Pensamos que la Red es de las pocas cosas que no tienen dueño, y sentimos así que viene a cubrir ese vacío inmenso que percibimos, aunque no sepamos muy bien a qué achacarlo.

    Los ciudadanos del siglo XXI tenemos la percepción no solo de que Internet es nuestro, sino de que nuestras opiniones cuentan más allí que en el espacio físico donde desarrollamos nuestras insatisfechas vidas. Podría decirse incluso que para muchos sus vidas virtuales son mejores que las reales. O al menos que su presencia, su mera existencia, cuenta mucho más. Internet nos ofrece alternativas a la realidad que podemos construir con nuestras manos. Durante el rato que estamos conectados, dejamos de ser meros consumidores para volver a ser, como antaño, productores de algo con lo que identificarnos.
    Si perder un poco de intimidad es el precio que hay que pagar a cambio de una vida sin instituciones, sin normas heredadas y sin patronal, nos parece barato. Menos seguridad por más libertad es la fórmula acuñada por Zygmunt Bauman para definir estos tiempos líquidos. Al fin y al cabo, hacía mucho tiempo que no nos sentíamos miembros de una comunidad tan poderosa.

    Que estas semanas el debate sobre la Red sea apasionado no debe, por todo ello, sorprendernos. Es mucho lo que hay en juego. La revolución social se hará por la Red o no se hará, parecen creer muchos, sobre todo esos jóvenes hastiados de una sociedad en la que no se reconocen y en la que encuentran poco o ningún espacio para la expresión y la participación.

    Hasta aquí todo se entiende. Lo que quizá sorprenda a un observador del futuro que mire atrás es el antagonismo que, al menos en nuestro país, el debate de Internet ha generado: gente de la cultura versus gente de la tecnología. Los derechos de autor son vistos como palos en las ruedas que solo detienen el avance del progreso, el avance hacia ese cambio social democrático e igualitario, hacia esa transmisión del saber y de nuevos valores que tanto necesitamos y que la Red parece propulsar.


    Digamos que esta es la sinopsis de la película, pero algo falla porque la narración no avanza hacia el cambio de modelo ni de negocio ni de sociedad. Y es que el antagonismo parte de un falso supuesto que genera un problema grave de estructura en este guion: la identificación del antagonista. Mientras el héroe (los usuarios de la Red, el mítico internauta) pierde tiempo y energía con el que considera su enemigo (la gente de la cultura), el verdadero adversario está en otro lado haciéndose más y más fuerte.

    Pero esta función no ha hecho más que estrenarse, pues aunque parezca que siempre hemos vivido rodeados de pantallas y pantallitas, en realidad somos neonatos. De manera que todavía nos quedan por delante el segundo y el tercer acto. Vaticino que en ellos ese falso antagonista -los de la cultura- se revelará como el aliado natural y verdadero del héroe -el anónimo y desinteresado internauta-, y juntos encontrarán las fórmulas más eficaces para hacer de la Red ese espacio autónomo de creación, libertad y democracia que ya todos sabemos que es. Y la protegerán juntos de las verdaderas amenazas que son, me temo, muy distintas.

    Esa ley que popularmente se conoce con el apellido de mi abuela no tiene por objeto ni controlar ni detener el progreso en la Red. De la misma manera que el propósito de las leyes de propiedad intelectual no fue nunca enriquecer a los autores, sino velar por las necesidades e intereses de toda la sociedad: proteger las ideas para que crezcan las ideas. Y a nuestra sociedad -a cualquier sociedad, pero más a la española, que cuenta ya con un inmenso patrimonio cultural en una lengua en expansión- le interesa estratégicamente tener un tejido cultural fuerte, dinámico y diverso.

    De los maravedíes al euro han sucedido muchas cosas, sin duda, pero creo que todos coincidiremos en que no fueron Cervantes ni sus colegas autores ni los actores de sus comedias quienes impidieron que llegásemos siglos después a Internet. Más bien fue al contrario. Las transformaciones siempre se hicieron gracias al pensamiento crítico que proporciona la cultura. Lo lamentable sería que los Méliès de hoy fueran erradicados de la Tierra como lo fue el gran cineasta francés cuando gigantes como Edison lo llevaron a la ruina imponiendo un modelo de negocio que llevaba anejo un modelo narrativo, estético e ideológico único.

    Como no estemos muy atentos, eso es exactamente lo que ocurrirá con la cultura. Cada vez menos gente podrá dedicarse profesionalmente a ella y nos veremos abocados a un menú monofágico de apenas unos pocos platos que gusten a muchos y que decidan por nosotros grandes intereses económicos (los verdaderos dueños de la Red).

    Que Internet tiene que ver con democracia es algo que el Gobierno sabe bien. No en vano impulsa cada año desde los Presupuestos Generales del Estado, y a través de Ministerios como Industria, Ciencia e Innovación, Educación y, por supuesto, Cultura, fuertes inversiones para que España no se quede atrás y esté entre los primeros en el desarrollo de las TIC y en acceso a la Red. Por eso también ha sido la Ley de Economía Sostenible la que aborda en más de un artículo, además de la ya célebre Disposición Final, el impulso a esa transformación que favorecerá la recuperación económica y nuestra competitividad internacional. Para que nadie mande sobre las ideas de nadie. Para que nadie imponga modelos a nadie. Para garantizar la convivencia de todos los derechos, pero, sobre todo, para favorecer el avance de la sociedad hacia más democracia, más voces y más justicia.
    Angeles González-Sinde
    http://www.elpais.com/articulo/cultura/adversario/elpepucul/20110118elpepicul_2/Tes

    lunes, 17 de enero de 2011

    Paga el canon y calla

    El mensaje a los ciudadanos y a quienes luchan por disminuir el abuso que supone la compensación por copia privada es claro: "paga el canon y calla".

    Por si quedaba alguna duda, los hechos confirman lo que era previsible. La reforma del canon digital para adecuarlo a la sentencia que declara ilegal su aplicación indiscriminada en España no va a ser eficaz, veloz ni consensuada. Podría demorarse "meses". Hay que reconocer que en este aspecto González-Sinde no mintió, aunque sí trató de tomar por idiotas a los diputados y a los ciudadanos al decir que trataría de actualizar la normativa "lo más rápidamente posible", puesto que se dio a sí misma medio año para cambiar las cosas. Sin embargo, en el resto de los puntos salta a la vista la ausencia de sinceridad de lo que dijo la ministra hace más de tres semanas.

    Se está negociando la reforma de la compensación por copia privada, eso es cierto, pero aquí no va a haber eficacia (excepto, con toda seguridad, para la SGAE y demás entidades de gestión), ni mucho menos consenso. Sobre esto último, el Gobierno está dispuesto a reunirse, y lo hace, con las "fuerzas vivas" del canon. Quienes han acudido al primero de los encuentros son las sociedades de gestión de derechos de autor, que se embolsan el canon, y Ametic. Sobre esta última hay que destacar que es una patronal (surgida de la fusión de otras dos) presentada en sociedad hace unas semanas por el Ministro de Industria, Pablo Sebastián, y cuyos miembros se van a ver beneficiados por los jugosos fondos de la prórroga del Plan Avanza 2. En concreto, para este año están presupuestados 1.116 millones de euros. Dudamos de que ante estas cifras, que además están pidiendo que se incrementen, estos señores quieran ser un incordio en sus negociaciones por el canon.

    Quienes por el momento no han sido llamados a la mesa de negociaciones son las asociaciones de internautas, de consumidores y Apemit, la asociación de pequeñas y medianas empresas de informáticas afectadas de forma negativa por la compensación por copia privada. Dicho de otro modo, quienes pagan el canon o a quienes les destroza su cuenta de resultados no tienen derecho a voz ni voto en tan grave asunto. Al menos, por el momento. Lo que hay por ahora hacia el común de los españoles con respecto al canon es un puro y duro: "calla y paga". Y lo más seguro es que esto se mantenga.

    Por si queda alguna duda de cuál es el papel que corresponde a quien sufre el canon, el Gobierno ni se ha molestado en decir cuándo podrán participar en las conversaciones. Quienes se han encargado de ello han sido los representantes de las entidades de gestión y de Ametic. Ambos han dicho que la participación de las asociaciones de internautas y Apemit tendrá lugar cuando lo marque la ley. Suena a pitorreo. Ninguna norma jurídica marca el momento en el que este tipo de organizaciones deben entrar en juego en unas negociaciones que, se supone, son a varias bandas. Pero el representante de la SGAE y sus hermanas han ido más allá, se han atrevido a indicar que los que todavía no tienen voz podrán hablar "en el momento adecuado". Le ha faltado decir que eso será cuando ya esté todo decidido.

    En resumen, como señalábamos más arriba, el mensaje a los ciudadanos y a quienes luchan por disminuir el abuso que supone la compensación por copia privada es claro: "paga el canon y calla".

    Antonio José Chinchetru es autor de Sobre la Red 2.0.
    Nota: El autor autoriza a todo aquel que quiera hacerlo, incluidas las empresas de press-clipping, a reproducir este artículo, con la condición de que se cite a Libertad Digital como sitio original de publicación. Además, niega a la FAPE o cualquier otra entidad la autoridad para cobrar a las citadas compañías o cualquier otra persona o entidad por dichas reproducciones.

    jueves, 13 de enero de 2011

    Ira

    gutierrezaragon.jpgEste señor de la foto de la izquierda se llama Manuel Gutiérrez Aragón. Y en una cena ante numerosos testigos el pasado viernes 7 de enero pronunció las siguientes frases: "hay que luchar por la propiedad intelectual y no dar ninguna tregua a los internautas, porque es como pactar con los terroristas", y "con tanta demagogia a la gente se le olvida de que se trata de una industria y que, por tanto, es como robar en El Corte Inglés". Así, sin más matices. El señor Gutiérrez Aragón, sin despeinarse lo más mínimo, ha calificado a cientos de miles de usuarios de la red en España nada menos que de "ladrones" y "terroristas". En un país que ha sufrido el impacto directo del terrorismo durante casi cincuenta años,  el uso del calificativo "terroristas" aplicado a pacíficos ciudadanos es de tal mezquindad e irresponsabilidad, que no puede quedar sin respuesta. No sé vosotros, pero yo me siento directamente insultado.
    Una primera medida lógica, siendo civilizado y evitando responder al insulto con el insulto, es ignorar completamente a partir de ahora todo producto que tenga la más mínima relación con este señor. Este señor hace películas, como guionista y director: aquí tienes la lista completa. Y las hace presuntamente para que vayamos a verlas tú y yo. Pues que espere sentado. Al insulto se responde, como mínimo, ignorando al que lo profiere y evitando ponerse a su altura.
    Pero la segunda medida podría ser diferente, y nos lleva a plantearnos los mecanismos que estamos empleando en esta desigual contienda que se libra entre, por un lado, las entidades de gestión y las industrias dedicadas a la explotación de la propiedad intelectual y, por otro, la gran mayoría de los ciudadanos: hasta el momento, la respuesta ciudadana ha sido siempre reactiva. Es decir, ante una acción de la industria, utilizando los muchos medios a su alcance, bien económicos, de llegada a los medios o al poder político, se planteaba una reacción posterior de los ciudadanos. Ante una denuncia a una página de enlaces, por ejemplo, algunos abogados, de manera loable, hacían esfuerzos para poder llevar ese caso, incluso teniendo en cuenta un importante nivel de riesgo y una posibilidad no despreciable de no poder repercutir sus honorarios profesionales. El colectivo de ciudadanos a los que el señor Gutiérrez Aragón y otros tantos insultan y calumnian carece de estructura y de medios para pasar de la reactividad a la proactividad, para tomar la iniciativa, y esa circunstancia sesga totalmente los resultados del tema en discusión.
    ¿Hay un delito en las declaraciones del señor Gutiérrez Aragón? No soy abogado, pero en nuestro país ya ha habido condenas en firme a periodistas, ratificadas por el Tribunal Supremo, por algo mucho más sutil: calificar de "impuesto revolucionario" el canon de la SGAE a la hostelería. En este caso, el supuesto de intromisión ilegítima en el honor ni siquiera era contra una persona física, sino contra una persona jurídica. ¿Cabe hablar del honor de una institución? ¿Cabría por tanto hacerlo del de un colectivo? ¿Puede/debe sostenerse jurídicamente una demanda colectiva a este señor en la que se personase como parte acusatoria todo aquel que se haya sentido insultado, y reclamase el correspondiente resarcimiento? Porque si se puede, valdría la pena constituir algún tipo de fondo de defensa jurídica y empezar a utilizarlo.
    Que un bando se dedique a calificar al otro de "piratas", "delincuentes" o incluso "terroristas" con total impunidad es, aparte de muy poco inteligente si quienes están al otro lado son tus presuntos clientes, algo que condiciona enormemente el posible diálogo, una manera de envenenar la discusión, y, sobre todo, una condición de desigualdad e injusticia total si después resulta que quien está al otro lado recurre constantemente a la judicialización de la conversación cuando interpreta insultos hacia su entidad o sus representantes. Pasar de lo meramente reactivo a lo proactivo tiene ventajas evidentes en toda contienda, y más si quienes estamos al otro lado somos más, somos una parte enormemente significativa del conjunto de la ciudadanía. Para empezar una discusión seria en este tema es preciso que quienes utilicen la palabra "piratas" para referirse a los ciudadanos, "robo" para referirse a un comportamiento que los jueces han calificado como no constitutivo de delito, o lindezas similares se vean obligados a afrontar las consecuencias de sus palabras. Los ciudadanos debemos, dado que no nos respetan, hacernos respetar con los medios a nuestro alcance.
    Los insultos de Manuel Gutiérrez Aragón no deberían, en una sociedad civilizada, quedar sin respuesta. Esta entrada es la mía, mi derecho al pataleo ante sus insultos. ¿Dónde está tu respuesta? ¿Te vas a quedar tan tranquilo?

    Miedo

    "Durante toda la reunión, no pude sacarme de la cabeza las imágenes de la película 'El hundimiento': encerrados en un búnker, sin ver ni querer ver el afuera, delirando planes inaplicables para ganar la guerra, atados unos a otros por fidelidades torpes, muertos de miedo porque el fin se acerca, viendo enemigos y traidores por todos lados, sin atreverse a cuestionar las ideas que les arrastran al abismo, temerosos de los bárbaros que están a punto de llegar… "

    Amador Fernández-Savater, "La cena del miedo (mi reunión con la ministra González Sinde)" - 11 de enero de 2011